Como se indica en otros artículos de este sitio, los antiparasitarios o desparasitantes externos (ectoparasiticidas) pertenecen casi siempre a los «plaguicidas», y los antiparasitarios o desparasitantes internos (endoparasiticidas, antihelmínticos, vermífugos, etc.) a los «medicamentos veterinarios».
Los riesgos de intoxicación para el hombre con los productos antiparasitarios no clasificados como «plaguicidas» son, en buena parte, comparables a los de los clasificados como «medicamentos veterinarios» (p.ej. algunos endectocidas y antihelmínticos), y las medidas de seguridad a tener en cuenta son fundamentalmente las mismas.
En este artículo se explican fundamentalmente los riesgos para los seres humanos que se siguen del uso de antiparaitarios veterinarios en el ganado o en las mascotas, pues es razonable que quienes los usan sepan qué riesgos puede conllevar el empleo de tales productos químicos para quienes los manejan o para las personas que entran en contacto con el ganado o las mascotas. No se tratan aquí los riesgos mucho mayores del uso a propósito de tales antiparasitarios veterinarios en seres humanos, es decir de su uso indebido y abusivo en lugar de medicamentos humanos, es otro tema diferente.
Conviene ser consciente, de que ningún antiparasitario veterinario (ni agrícola, ni biocida) se prueba en seres humanos para estudiar su toxicidad para humanos antes de su introducción en el mercado veterinario (si bien hasta los años 90 del siglo pasado en algunos países se permitían ensayos de toxicidad en seres humanos que se realizaban en voluntarios, algo hoy en día prohibido en la mayoría de los países). La única excepción son las sustancias activas que también se emplean en la medicina humana.
La posible toxicidad para los seres humanos de un antiparasitario veterinario o agrícola sin uso en seres humanos se extrapola de la toxicidad para otros mamíferos (ratones, ratas, perros, cobayas, etc.). Hasta qué medida ésto es aceptable o válido es ciertamente discutible pero, hoy en día es así, y lo seguirá siendo por bastante tiempo, pues nadie acepta ya desde el punto de vista ético que se ensayen antiparasitarios veterinarios en seres humanos como se hace con los fármacos de la medicina humana. Amén de que si se hiciera, el costo del desarrollo de nuevos antiparasitarios veterinarios se multiplicaría al menos por 10 o 100: ningún laboratorio estaría dispuesto a tal inversión.
Entonces, ¿no se sabe nada de la toxicidad de los antiparasitarios para los seres humanos? Antes del lanzamiento de un nuevo producto efectivamente no se sabe casi nada, pero las autoridades sanitarias tienen de ordinario los suficientes datos para concluir que el uso correcto del producto no representa un riesgo desproporcionado al beneficio que se sigue de su disponibilidad para combatir las enfermedades del ganado o las mascotas. En fin, se supone que se va a usar correctamente, con las debidas medidas de protección, etc. No se supone que es inocuo en cualquier circunstancia, pues se excluyen los casos de suicidio, grave negligencia en el uso, o accidente. De hecho, lamentablemente son bastante numerosos los casos de suicidio por envenenamiento con algunos plaguicidas agrícolas, y algunos antiparasitarios veterinarios apenas se distinguen de los plaguicidas agrícolas.
Después del lanzamiento de un nuevo producto, se aprende o se adquiere "saber" por experiencia. Es decir, si después del lanzamiento se multiplican los reclamos o los casos de intoxicaciones de los usuarios, entonces las autoridades revisan la situación, y en su caso prohiben el uso del producto en cuestión. Si no se dan tales casos, se puede inferir que el producto efectivamente puede usarse de modo seguro. Cuantos más años pasan sin que haya problemas, tanto menor es el riesgo de malas sorpresas. Aunque nunca puede excluirse que, p.ej,. por un error de fabricación, o de almacenamiento, un producto sea notablemente más tóxico de lo que debería haber sido y cause problemas sanitarios.
Los riesgos para la salud de los usuarios de antiparasitarios son de dos tipos fundamentales: intoxicación (o envenenamiento) aguda e intoxicación (o envenenamiento) crónica.
Intoxicación aguda de seres humanos con antiparasitarios
Se puede dar una intoxicación aguda con parasiticidas por ingestión o inhalación de un producto o por contacto con la piel. Una persona adulta, incluso cuidadosa, puede intoxicarse de modo agudo con un parasiticida por inadvertencia (p.ej. confundir el parasiticida con otro producto), descuido (p.ej. si se le rompe un envase), accidente, etc.
Una intoxicación aguda con un parasiticida es aún más peligrosa para los niños, personas enfermas o de edad avanzada, y mujeres embarazadas. No sólo porque la dosis tóxica puede ser menor y su organismo resiste menos a la intoxicación, sino porque pueden no darse cuenta de que se han intoxicado.
Son particularmente peligrosos los concentrados para baños de inmersión o aspersión de uso tanto ganadero como para las mascotas, que deben diluirse antes del uso, y especialmente los organofosforados y los carbamatos. Además de que pueden ser «sumamente peligrosos» o «muy peligrosos», las tareas de preparación de los baños (dilución, mezclado, etc.) pueden ser ocasión de contacto indebido excesivo con el concentrado, o de su inhalación.
Además del riesgo de intoxicación propiamente dicha (envenenamiento del organismo), algunos parasiticidas presentan otros riesgos adicionales, porque pueden ser irritantes (para la piel, los ojos, las vías respiratorias. sobre todo los piretroides), corrosivos, inflamables, etc.
No hay que olvidar que la peligrosidad de un parasiticida no tiene nada que ver ni con el olor ni con el color del mismo. Que un producto huela poco o mucho, bien o mal, y que sea claro u oscuro, limpio o turbio es del todo irrelevante desde el punto de vista de la seguridad y los riesgos.
Síntomas
Según el parasiticida, los síntomas de una intoxicación aguda pueden ser muy diferentes y tardar más o menos en manifestarse: mareos, malestar, vómitos, náuseas, pérdida del equilibrio, desvanecimiento, dolores de estómago, diarrea, cólicos, etc. A veces, sobre todo en casos de intoxicación por contacto con la piel, la víctima ni siquiera se ha dado cuenta de que se ha intoxicado.
A veces los síntomas de intoxicación de los seres humanos son similares a los que manifiestan los animales. Puede consultar información más detallada sobre tales síntomas en las fichas toxicológicas de las sustancias activas antiparasitarias más difundidas, reunidas en este sitio en la sección correspondiente (enlace).
Medidas de urgencia
En todos los productos peligrosos, la etiqueta debe indicar tanto las medidas de protección a tomar por los usuarios, como las medidas de urgencia en caso de intoxicación. Para algunos pesticidas se conoce el antídoto (p.ej. para los organofosforados suele ser la atropina), si bien éste nunca lo debe administrar alguien que no sea médico, pues el antídoto mismo puede ser también venenoso si se aplica a una dosis excesiva.
En cualquier caso hay que transportar al enfermo lo antes posible a un hospital o llamar a un médico, y tener consigo una etiqueta del producto para que el personal sanitario sepa con qué se ha intoxicado.
Medidas preventivas de seguridad fundamentales
Para evitar las confusiones es muy importante guardar los productos parasiticidas siempre en su envase original y con la etiqueta original, pues sólo de ese modo se puede informar correctamente al médico.
Es sumamente importante utilizar la ropa o equipo protector indicada en la etiqueta del producto (según el caso guantes, gafas, mascarilla, etc.), sobre todo para el manejo de los parasiticidas concentrados. El uso de guantes es imperativo para el manejo de concentrados o de pour-ons. Lo mismo se aplica al uso de ropa protectora durante los baños del ganado (por inmersión o aspersión mecánica o manual, etc.) que nunca debe hacerse con el torso, brazos o piernas al descubierto ni descalzo. También es muy importante no pulverizar o aplicar pour-ons contra la dirección del viento o en recintos cerrados mal aireados pues se corre un gran riesgo de intoxicarse por inhalación.
Y siempre hay que mantener los productos parasiticidas fuera del alcance de los niños. Por ejemplo, no deben nunca dejarse envases de ningún tipo con antiparasitarios en un lugar donde se conservan comestibles o se trabaja con ellos (frigoríifico, despensa, cocina, etc.), pues tanto los niños como los adultos podrían fácilmente confundirlo con algo comestible. También hay que evitar absolutamente guardar antiparasitarios, ni para el ganado ni para las mascotas, donde se conservan medicamentos para los seres humanos, por ejemplo en el botiquín doméstico.
Intoxicación crónica de seres humanos con antiparasitarios
Se da una intoxicación crónica cuando una persona sufre una exposición relativamente baja y sin síntomas, pero repetida, sea a un producto concentrado o a uno diluido. Es lo que puede ocurrir sobre todo a los trabajadores en las plantas de producción de los productos parasiticidas; a los trabajadores de las explotaciones ganaderas encargados de aplicar periódicamente los productos por el método que sea; a los empleados de almacenes de parasiticidas mal ventilados, etc. Por mucho esmero que se aplique, para ese tipo de trabajadores, el contacto con parasiticidas más o menos concentrados no se pueden evitar del todo.
La exposición repetida suele ser sobre todo por inhalación de vapores o polvos (p.ej. durante la fabricación en recintos cerrados insuficientemente aireados); inhalación de líquidos de aspersión en los baños de aspersión mecánica o manual; salpicaduras repetidas en los baños de inmersión; contacto de la piel con concentrados listos para el uso (pour-ons), p.ej. porque los aplicadores tienen fugas; contacto intenso con animales tratados (p.ej. los esquiladores), etc.
Un caso particular es el de los niños que juegan con perros o gatos recientemente tratados con antiparasitarios externos (pipetas o spot-ons, baños, lociones, etc.), es decir que los niños acarician las mascotas, las abrazan, si son pequeños inclusos tal vez las chupan, o duermen con ellas, etc. Aunque no hay que temer problemas epidémicos, en casos individuales no puede excluirse el desarrollo de alergias, o de algún tipo de efectos nocivos si los niños están enfermos por otros motivos, o debilitados, etc.
Un caso extremo de exposición repetida es el de los «bañadores profesionales», empleados de empresas que van de propiedad en propiedad para bañar con antiparasitarios el ganado de terceros, algo muy común en ovinos en varios países (p.ej. Gran Bretaña, Irlanda, Australia, etc.). Durante la temporada de baños, estos bañadores profesionales se pasan todo el día bañando ganado, semana tras semana, durante meses. También los esquiladores profesionales o los empleados de mataderos pueden estar expuestos al contacto repetido incluso diario con residuos de pesticidas en la lana de los ovinos o la piel de los bovinos.
Síntomas de intoxicación crónica
La intoxicación crónica no causa en sí síntomas específicos. Pero repetida durante años puede favorecer el desarrollo de algunas enfermedades, o empeorar las que surgen por otros motivos, y dependen en gran medida de cada persona, su estado de salud, su constitución, etc. Una persona débil, mal alimentada y ya enferma puede empeorar a consecuencia de una exposición crónica a parasiticidas, mientras que una persona de condición fuerte, bien alimentada y sana puede no sufrir ninguna consecuencia importante. No obstante, se trata de un problema del que queda mucho por aclarar.
El caso de la exposición crónica de trabajadores a los productos concentrados para baños del ganado ha sido muy debatido y estudiado en los países anglosajones (Gran Bretaña, Australia, Irlanda, etc.), tradicionalmente grandes productores ovinos. Muchos bañadores profesionales y esquiladores reportan sufrir a menudo de la «gripe del baño de ovinos» («sheep dipping flu»), caracterizada por dolor de cabeza, síntomas como de gripe, quemazón al orinar, y mareos y visión perturbada si hace calor durante unas 24 horas tras el trabajo. También se ha hablado de una incidencia elevada de suicidios y del «síndrome de fatiga crónica» entre los ganaderos ovinos de esos países, mayor que la que se da en otras categorías sociales.
Los productos sospechosos de causar todo esto son, sobre todo, los organofosforados, los más empleados para baños de ovejas antiguamente (hasta finales de los años 90 del siglo XX) en dichos países. Pero, hasta el momento, las autoridades han concluido que el uso correcto de esos productos no causa esos problemas, sino sólo el uso negligente sin la protección debida. Y lo que han hecho es emitir medidas de seguridad más severas para el empleo de dichos productos. Hasta le fecha este problema no se ha debatido ni estudiado con la misma profundidad en el caso de los baños de inmersión y aspersión para bovinos, tal vez porque apenas se dan en los países más desarrollados con la excepción de Australia.
Según las informaciones actuales se puede concluir con suficiente certeza que la exposición crónica de seres humanos a parasiticidas usados correctamente no aumenta el riesgo de padecer cáncer (efecto cancerígeno) o malformaciones en los recién nacidos (efecto teratogénico). De hecho, durante el desarrollo de toda sustancia activa con propiedades parasiticidas se investiga exhaustivamente si tiene propiedades cancerígenas o teratógenas o mutagénicas, y en caso afirmativo se interrumpe el desarrollo sin lugar a excepciones. Teniendo en cuenta que tanto el cáncer como las malformaciones embrionales son casi siempre multifactoriales, no cabe excluir que una exposición excesiva y prolongada a parasiticidas, unida a otros factores independientes (hábitos alimentarios, predisposición genética, otras enfermedades, etc.) aumente dicho riesgo.
Medidas preventivas
Son básicamente las mismas que para prevenir las intoxicaciones agudas (ver más arriba).
Ingestión de alimentos contaminados con antiparasitarios
Un tipo indirecto de exposición repetida que podría ocasionar intoxicaciones crónicas es la ingestión regular de alimentos contaminados con parasiticidas. El consumo ocasional de algo que tenga algún residuo de un parasiticida es casi siempre inocuo. Y el riesgo de ingestión regular y repetida es hoy en día relativamente bajo si los alimentos son de fabricación o procesamiento industrial y los fabricantes están sometidos a controles de higiene y calidad por parte de las autoridades sanitarias. Pero para la gente del campo que autoconsume sus productos, o los compra directamente a otros pequeños productores, este riesgo no debe subestimarse.
En el caso de los antiparasitarios, si los productos se usan correctamente, el riesgo de que esto ocurra es relativamente pequeño. Pero si se usan indebidamente, puede ocurrir que se acabe consumiendo regularmente, incluso diariamente, alimentos contaminados. Sería lo que podría ocurrir en una explotación ganadera donde parte de la leche es para autoconsumo y se aplican al ganado lechero productos no autorizados, o no se respeten los periodos de espera para el ordeño: la leche, el queso, u otros productos para autoconsumo estarían una y otra vez contaminados con residuos más o menos nocivos. Es evidente que este problema se plantea también y en mayor medida con otros alimentos, sobre todos vegetales, que también pueden estar indebidamente contaminados con plaguicidas.
Un caso concreto muy documentado de este tipo es el de la contaminación de productos lácteos (leche, queso, mantequilla) o cárnicos (p.ej. embutidos) e incluso de leche materna humana con residuos de DDT, lindano, dieldrina y otros plaguicidas organoclorados, incluso años después de haberse retirado del mercado tales productos en muchos países.
Síntomas de intoxicación por ingestión crónica de alimentos contaminados con residuos de antiparasitarios
En este caso tampoco se puede hablar de la presencia síntomas específicos propiamente dichos, pues los daños, si se dan, consistirán más bien en empeorar alguna enfermedad ya existente, o tal vez en debilitar en general las defensas naturales.
Alergias
Por último, otra consecuencia posible de una exposición repetida a parasiticidas puede ser el desarrollo de alergias. Se trata de un problema insuficientemente esclarecido, como el de las alergias en general. En este caso no suele tener relación directa con el estado de salud de los trabajadores, pero sí con su constitución individual, más o menos propensa a desarrollar alergias. Por un lado, no hay datos científicos que indiquen que los parasiticidas sean especialmente propensos a causar alergias, en cualquier caso no más que los otros ingredientes de los productos parasiticidas. Y por otro lado, es bien sabido que cualquier cosa puede causar alergias: productos sintéticos, fibras naturales, alimentos, animales, plantas, etc. En el caso de personas en contacto con animales, son conocidas las alergias producidas por alérgenos de origen animal: ácaros aviares, pelos de gatos o perros, plumas de aves, etc.
Por lo tanto, si una persona reacciona alérgicamente a un parasiticida, es más probable que se deba a su constitución individual, que al producto en sí. La única solución a largo plazo será casi siempre evitar el contacto con dicho producto.