Ninguno de los antiparasitarios veterinarios externos (garrapaticidas, mosquicidas, sarnicidas, etc.) o internos (antihelmínticos) para el ganado y las mascotas, actuales o pasados, existiría si no hubiera habido alguien que se hubiera dedicado antes a investigar para descubrir nuevas sustancias activas.
Este proceso de investigación cuesta sumas enormes de dinero puestas a disposición por inversores privados (los accionistas y la gerencia de los laboratorios privados) o públicos (universidades y entidades públicas financiadas por gobiernos o instituciones internacionales). El objetivo fundamental de dicha investigación es descubrir sustancias o principios activos, es decir moléculas (= compuestos) eficaces contra parásitos del ganado.
¿Quién ha descubierto las sustancias activas parasiticidas actuales, y está buscando otras nuevas?
La inmensa mayoría de los antiparasitarios actuales los han descubierto los laboratorios privados internacionales a partir de la segunda mitad del siglo pasado: se trata de grandes empresas farmacéuticas o agroquímicas como BAYER, PFIZER, NOVARTIS, MERIAL, etc. o sus predecesoras.
Una de las poquísimas excepciones es por ej. la cipermetrina, que fue descubierta en universidades británicas, y cuya explotación comercial fue asumida por varias empresas comerciales.
Casi todas esas sustancias activas de los antiparasitarios veterinarios fueron descubiertas en busca de compuestos para combatir parásitos humanos o agrícolas, y sólo en un segundo lugar se desarrollaron productos veterinarios. Una notable excepción es la ivermectina.
El número de laboratorios que llevan a cabo una investigación propia para el descubrimiento de nuevas sustancias activas antiparasitarias se ha ido reduciendo en los últimos años. Ha ocurrido por un lado, que los costos de dicha investigación han aumentado exponencialmente y sólo los laboratorios más grandes están en condiciones de financiarlo. Por otro, ha habido muchísimas fusiones de laboratorios, que en buena parte se ha tratado de peces grandes que se han comido al más chico, entre otras razones porque el pez chico no fue capaz de crecer por faltarle nuevas sustancias activas innovadoras y competitivas capaces de procurarle los recursos necesarios para seguir invirtiendo en la investigación.
¿Cómo se buscan hoy en día nuevas sustancias activas antiparasitarias?
«Screening in vitro». El método de búsqueda de nuevas sustancias activas parasiticidas más tradicional y más utilizado aún es el así llamado «screening» que en castellano significa «criba». Consiste en someter miles de moléculas a una serie de tests o sofisticadas pruebas biológicas de laboratorio (in vitro) para descubrir cuáles tienen un efecto contra algún parásito importante (p.ej. un helminto, pulgas, moscas, garrapatas, etc.).
Las sustancias que se someten a prueba pueden ser de origen variado: nuevas moléculas sintetizadas en laboratorio por los químicos, extractos de plantas de todo tipo, productos de fermentación de bacterias o levaduras, etc.
El progreso tecnológico del «screening» en los últimos decenios ha sido vertiginoso. En los años 80 del siglo pasado, cuando el autor de este artículo se incorporó a los laboratorios de investigación en parasiticidas de la entonces CIBA-GEIGY, el volumen de moléculas capaz de ser procesado en un «screening» era del orden de 5000 a 15000 al año, es decir, entre 100 y 300 por semana. Veinte años más tarde, a principios del siglo XXI este volumen se multiplicó al menos por 10, es decir, hoy se pueden procesar anualmente 150000 y más moléculas (en el llamado «high through-put screening»), con el mismo o incluso menos personal que entonces, gracias a la miniaturización y automación de los tests, y al proceso informatizado de la información.
No es necesario insistir en que esta investigación cuesta a los laboratorios que la llevan a cabo decenas de millones de dólares al año.
Desgraciadamente, este aumento vertiginoso de la capacidad de investigar nuevas moléculas no ha ido acompañado, al menos hasta ahora, de un aumento del número de sustancias activas nuevas antiparasitarias descubiertas y desarrolladas. Al contrario, este número ha disminuido sustancialmente, hasta el punto de que en el siglo XXI no se ha introducido ninguna nueva sustancia activa parasiticida para el ganado, a excepción del monepantel, lanzado a inicios del siglo, y de unos pocos insecticidas agrícolas de uso por ahora reducido en la ganadería (p.ej. el tiametoxam, el spinosad y algunos derivados de éstos). Indicador de esta "penuria innovativa" es p.ej., que casi todas las multinacionales han echado mano de veteranos genéricos descubiertos hace 40 años o más para "mejorar" sus productos, eso sí, siempre bajo el lema de "innovación".
En la década del 2010 se descubrieron e introdujeron las isoxazolinas (afoxolaner, fluralaner, sarolaner, lotilaner), una nueva clase química pulguicida y garrapaticida, pero casi exclusivamente para mascotas. Pero las primeras fueron descubiertas por empresas agroquímicas que las lincenciaron a laboratorios de saud animal para el uso veterinario.
De hecho, el 99.9% de todos los productos veterinarios para el ganado contienen hoy en día sustancias activas genéricas, tanto los comercializados por laboratorios multinacionales, como por laboratorios nacionales o locales. Para mascotas, el procentaje de productos genéricos es algo menor, pero probablemente >90%.
Por ello se siguen también cada vez más otras alternativas de investigación, consistentes en su mayoría en investigar el metabolismo, la fisiología o la genética de los parásitos para descubrir mecanismos moleculares específicos de ellos, es decir, que no ocurren en los mamíferos y por tanto tampoco en el hombre, para después diseñar moléculas que interfieran con dichos mecanismos. En este campo están también muy activas las universidades, pero hasta ahora apenas se han desarrollado nuevas sustancias activas antiparasitarias por esta vía a excepción de algunos inhibidores del desarrollo (ver artículo sobre los inhibidores del desarrollo en este sitio).
Ni que decir tiene que, en cuanto se descubre alguna sustancia activa nueva con actividad contra algún parásito, enseguida se estudian moléculas similares y se solicita una patente en los países más importantes.
Se puede estimar que hoy en día sólo 1 de cada 5000 a 10000 muestras pasadas por el primer «screening» in vitro inician los estudios in vivo.
Estudios preclínicos «in vivo». Una vez descubierta una sustancia activa nueva con una eficacia prometedora contra uno o más parásitos, hay que hacer las primeras pruebas in vivo, es decir, contra el parásito pero no aislado en el laboratorio, sino en modelos animales de laboratorio o ya en el hospedador al que parasita. Pero no aún en el campo sino en establo, con unos pocos animales y con infestaciones artificiales, y no usando la sustancia activa pura, sino una primera formulación experimental (ver además los artículos en este sitio sobre desarrollo y sobre formulaciones).
Al mismo tiempo se inician los estudios de toxicidad aguda de la sustancia activa (en ratas, ratones conejos, etc.). Si la eficacia en el laboratorio in vitro se confirma en el hospedador in vivo con infestaciones artificiales, y si la toxicidad aguda es aceptable, comienza entonces el desarrollo clínico propiamente dicho.
Se puede estimar que hoy en día sólo 1 de cada 500000 a 1000000 de muestras pasadas por el primer «screening» in vitro superan el desarrollo preclínico e inician el desarrollo clínico.