Clases de toxicidad según la OMS

 

La OMS («Organización Mundial de la Salud», en inglés WHO = «World Health Organisation») ha establecido una clasificación de los riesgos de los plaguicidas según su toxicidad (versión del 2009 en vigor). Se basa de ordinario en ensayos de toxicidad aguda, subcrónica o crónica (p.ej. DL50 oral o dermal en ratas) en roedores u otros animales de laboratorio.

La clasificación de la OMS actualmente en vigor (desde 2009) para plaguicidas (a efectos prácticos la mayoría de los antiparasitarios externos o ectoparasiticidas y los biocidas se equiparan a los plaguicidas; los antihelmínticos no) es la siguiente:

Pictograma de seguridad para plaguicidas de la clase I

Clase: según intervalos de DL50 oral o dermal (mg/kg)

  • Clase I-a: Sumamente peligroso: <5 oral, <50 dermal
  • Clase I-b: Muy peligroso: 5 - 50 oral,  50 - 200 dermal
  • Clase II: Moderadamente peligroso: 50 - 2000 oral, 200 - 2000 dermal
  • Clase III: Ligeramente peligroso: >2000 oral,  >2000 dermal
  • Clase U: Improbable que presente peligro agudo >5000

La nueva clasificación de la OMS de 2009 se basa en las directivas del GHS (Globally Harmonized System of Classification and Labelling of Chemicals) de la ONU y se refiere en principio a las sustancias activas (grado técnico) de los plaguicidas.

La directiva de la OMS de 2009 indica que la toxicidad (aguda en ratas, oral y dermal) de los plaguicidas debe determinarse además para cada formulación concreta. Si estos datos de toxicidad de la formulación no están disponibles, recomienda, entre otras consideraciones, utilizar el siguiente cálculo para determinar la clase de peligrosidad de una formulación, es decir, de un producto final:

DL50 de la sustancia activa x 100 / porcentaje de la sustancia activa en la formulación

Si la formulación contiene más de una sustancia activa u otros componentes relevantes desde el punto de vista de la toxicidad, esto debe tenerse en cuenta.

Los productos que entran en la clase I deben llevar en la etiqueta la palabra: «Peligro: Veneno», un pictograma de una calavera con dos huesos cruzados, y algunas otras palabras y/o símbolos de advertencia. Los de las otras clases también tienen su propio pictograma. En muchos países es además necesario seguir un código de colores para cada clase de toxicidad:

  • rojo para la clase I,
  • amarillo para la clase II
  • azul para la clase III.

Para hacerse una idea de lo que implica que un producto sea de la Clase I: si su DL es de 5 mg/kg bastarían 0,4 gramos para matar a una persona adulta de 80 kg de peso (0,4 g = 400 mg = 80kg x 5 mg/kg). Es decir, con un kilo de producto se podrían matar a 2'500 personas.

No hay por ahora una clase de plaguicidas "inocuo", "no tóxicos" o "no peligroso", ni se indica en ninguna etiqueta que un plaguicida sea inocuo o seguro. Los plaguicidas menos tóxicos, de los que se piensa que es improbable que presenten peligro de intoxicación aguda si se usan adecuadamente, se agrupan en la clase U o IV.

La razón es, sobre todo, de oportunidad. Pues hay plaguicidas que no son más tóxicos que la sal común, o que una bebida alcohólica, ambos en sí también "productos químicos" que, a una dosis excesiva, también son tóxicos. Por ejemplo, la dosis letal de la sal común es de 3000 mg/kg (unos 240 g para una persona de 80 kg) y la del alcohol puro de 2000 a 4000 mg/kg (160 g - 320 g para una persona de 80 kg, p.ej. lo contenido aprox. en 0,5 a 1 litros de whisky), comparables ambas a la toxicidad de un plaguicida de la clase III. Pero ni la sal de cocina ni las bebidas alcohólicas deben llevar en la etiqueta la advertencia de ser "ligeramente peligroso".

Hay que considerar que los plaguicidas pueden ser cuasi inocuos para el ganado, las mascotas o el hombre, pero serán siempre al menos letales para algunos animales o plantas; si no, no serían plaguicidas. Y además no sólo debe considerarse la toxicidad aguda, es decir el riesgo de intoxicación aguda inmediata, sino también posibles daños a la salud a largo plazo (riesgo de intoxicación crónica).

Hay otras clasificaciones de toxicidad, p.ej. la de la EPA («Environmental Protection Agency») de los EE.UU. o la de la UE. No difieren sustancialmente de la de la OMS, que es la aceptada en más países.

No todos los antiparasitarios son «plaguicidas», y por lo tanto los fabricantes no están obligados a clasificarlos y etiquetarlos siguiendo las reglas de la OMS. Si se trata de insecticidas (mosquicidas, piojicidas, pulguicidas, etc.), de acaricidas (garrapaticidas, ixodicidas, etc.) o de inhibidores del desarrollo, sean de origen sintético, mineral o natural, de ordinario se les considera como plaguicidas. Si se trata de endectocidas o de antihelmínticos, de ordinario se les considera como «medicamentos veterinarios» y no se les clasifica como plaguicidas, por lo que tampoco se les asigna una clase de toxicidad.

La toxicidad de una sustancia activa no es en sí el parámetro más importante de un producto antiparasitario, sino la toxicidad de la formulación. Porque prácticamente ninguna sustancia activa se administra o aplica al estado puro, sino formulada en un producto terminado (pour-on, inyectable, suspensión oral, etc.).

Los productos terminados (es decir las formulaciones) contienen un cierto porcentaje de la sustancia activa que varía mucho según los productos: del 10% al 95% en concentrados para baños, del 5% al 30% en suspensiones orales, del 1 al 15% en pour-ons, etc. Para cada producto terminado, es decir, para cada formulación el fabricante debe determinar entre otros parámetros la toxicidad aguda; y si se trata de un plaguicida, a dicho producto se le asignará la clase de toxicidad correspondiente.

Por último conviene señalar que la peligrosidad de un parasiticida no tiene nada que ver ni con el olor, ni con el color, ni con el sabor del mismo. Que un producto huela poco o mucho, bien o mal, y que sea claro u oscuro, transparente o turbio, etc., es del todo secundario y nada tiene que ver con su toxicidad.

Ahora bien, un cambio de color o de olor en un producto con respecto al mismo producto fresco y en buen estado puede indicar que se ha deteriorado; y un producto deteriorado puede ser mucho más tóxico que el original, sobre todo en el caso de algunos organofosforados y carbamatos.


Hoja de datos de seguridad de los antiparasitarios

Para cada producto químico comercial, y también para los parasiticidas debe emitirse una hoja de datos de seguridad (en inglés «Safety Data Sheet» o «Material Safety Data Sheet » = MSDS) que acompaña al producto en los transportes, con información sobre su toxicidad para el hombre y el medio ambiente, indicaciones sobre si es explosivo, inflamable, corrosivo, irritante, etc., instrucciones de seguridad y primeros auxilios a prestar en caso de accidente. Su fin es servir de ayuda inmediata en caso de accidente durante la fabricación, el transporte o el almacenamiento del producto. Cada laboratorio veterinario debe tener disponibles tales «Hojas de datos de seguridad» para cada uno de sus productos terminados.